Elaboración de Canastas, en Suspiro Picacho; entre la resistencia comercial y el pago injusto

Por Lilia Cebrián

Fotos: Iván Sánchez 

 

Desde hace muchos años, una de las actividades comerciales adoptadas por habitantes de la comunidad Suspiro Picacho, perteneciente a Mexquitic de Carmona; como una alternativa para obtener el sustento de sus hogares, fue y sigue siendo, aunque en menor medida y menos redituable, la elaboración de la Canasta artesanal y otros artículos útiles en los hogares, a base de sotol y zacate.

El sotol y zacate, son su principal materia de origen natural, además del esfuerzo de sus manos y la dedicación, para tener como resultado apreciables canastas multicolores y de distintos tamaños, las cuales son comercializadas, por terceros, en distintas partes de la República Mexicana.

Estas hierbas (sotol y zacate), son obtenidas en las faldas de El Cerro Grande, ubicado en esta zona; en el cual la obtención ellas es importante para la elaboración, principalmente, de canastas,  pues es lo que más “les compran, lo que más se vende”. Muchos años atrás, los abuelos y padres de los que ahora se dedican a esto, creaban, además de canastas, tapetes, escobillas, aventadores, petates y algunos otros productos, todos a base de estas dos hierbas.

Actualmente, la canasta es lo único demandado.

Según un registro de representantes de Suspiro Picacho, son poco más de 50 maestros artesanos quienes continúan con esta actividad, no solo por el ingreso, aunque poco, que representa para ellos, sino porque es una tradición que se ha ido perdiendo generación tras generación, y que no desean termine para siempre.

Hoy, estas personas, originarias de esta comunidad, dan cuenta de cómo esta significativa labor cultural y de arte, va perdiendo presencia, gracias a la poca venta fuera de los límites de Suspiro Picacho, pues ya no resulta conveniente dedicar largas jornadas para la elaboración de ellas, ya que el precio ofrecido por compradores masivos, es contraproducente a la suma de tiempo, trabajo físico, materia prima y dedicación.

En días pasados, El Radar Mx platicó con algunos de los habitantes y creadores de estas artesanías, quienes expresaron sufrir una poca valorización a sus productos por parte de la sociedad y de los mismos compradores, situación que ha mermado la continuación y ha provocado que cada vez sean menos de ellos, los que sigan en este movimiento.

No obstante, este grupo de artesanos disfruta, en medio de un cerro y entre cientos de hierbas que dan tranquilidad, seguir viendo cómo sus canastas viajan y llegan a otros sitios desconocidos.

 

 

 ELABORACIÓN DE CANASTAS: PASIÓN Y SUSTENTO PARA ESTAS FAMILIAS

 

Don Antonio Rivera es uno de los sobrevivientes y expertos en la elaboración de la Canasta artesanal, de esta comunidad. Desde hace 20 años lo ha hecho, luego de aprenderle el oficio a su padre.

RMx: Don Antonio, cuéntenos acerca del procedimiento para elaborar las canastas…

AR: Pues, para iniciar, el sotol es lo que le da forma a la canasta, pueden ser de 6,7 u 8 hojas las que se le pongan de base, aunque la más comercial es la de 6 hojas que mide unos 15 centímetros de diámetro. El zacate lo utilizamos para encintar la canasta. Hay canastas que nos piden de 10 hojas, que las utilizan como tortilleros, pero la más comercial es la de 6 hojas.

La hoja de zacate se tiene que abrir, se desprende y salen dos hebras. Para poderla pintar, según el color que queramos, hay que echarla a un traste con agua caliente, cuando ya esté hirviendo el agua, se le echa la pintura vegetal y se le va meneando para que agarre el color poco a poco. Después hay que secarla, pero no en el sol, porque se vuelve a despintar. Cuando se seca, la hoja hay que adelgazarla con un cuchillo pa´ que pueda ser flexible, porque luego queda muy brusca, pero con un cuchillo queda lisa. ¡Ah, y hay que tener cuidado al agarrarla!, porque la hoja queda filosa y corta los dedos.

RMx: ¿Cómo ha vivido estos 20 años, elaborando cientos de canastas?

RA: Cansados… (risas). No, con decirle que yo me casé haciendo puras canastas, o sea, con la pura venta de canastas, me casé. Antes había más compradores, la misma gente venía y nos las compraba o uno salía a venderlas fuera de Suspiro y se vendían. Ahorita, los únicos que nos las compran son gente que se va a otros estados, pero que vienen y nos las compran hasta aquí, por gruesas, por mayoreo (Una gruesa son 12 docenas de canastas, es decir 144 unidades).

Según relatos de los maestros artesanos, desde hace más de 50 años, personas provenientes de estados como Querétaro, Michoacán, Zacatecas, Guadalajara y Aguascalientes, llegan a la comunidad, cada uno o dos meses, para comprarles por gruesas, todas las canastas que tengan. Esto con el fin de ir a revenderlas a sus estados y sacarles mejor provecho económico.

Don Antonio ve como positivo la posibilidad de que sean estos comerciantes, los que lleguen hasta la comunidad a comprarles su trabajo, pues recuerda que antes, ellos mismos tenían que ir a otros ranchos o ejidos a venderlas, lo que les resultaba complicado trasladarse.

Tiene dos hijos, quienes se dedican a trabajar en otros oficios, como la albañilería y la limpieza doméstica, de quienes no fue su deseo aprender el oficio de la canasta.

Don Antonio es también albañil y sabe del tema de la construcción, pero en ocasiones los proyectos que le dan empleo escasean y es ahí, cuando aprovecha para levantarse muy temprano, desde las 5 de la mañana, a hacer canastas, para que el día que lleguen los compradores, tenga listas alrededor de 5 gruesas para venderlas.

 

                       Ramón, toda una vida haciendo canastas con solo tocarlas

 

Ramón Sánchez tiene 50 años de edad, tiene 11 hermanos y es, también, originario de Suspiro Picacho.

Cuando Ramón nació, presentó una dificultad que le provocó la pérdida de la vista en su totalidad, pero esa condición no fue impedimento para aprender, desde los 5 años de edad, a hacer coloridas e impresionantes canastas.

RMx: ¿Ramón, ha sido complicado crear canastas, en tu condición con discapacidad visual?

RS: A mí nunca se me ha dificultado hacer la canasta, a pesar de mi discapacidad, ya que esto es más de tacto, de hacerlo con gusto, con alegría y amor, más que nada, amor y cariño. Yo puedo trabajar con los ojos cerrados, yo no necesito los ojos, yo trabajo a oscuras, ya sea de noche o de día, yo puedo estar trabajando. Tengo mi sexto sentido desarrollado, mi oído desarrollado, mi olfato y tacto también desarrollados.

RMx: ¿Para ti, cómo ha evolucionado el mercado de las canastas, desde que comenzaste a los 5 años?

RS: De lo que yo más me he dado cuenta, pues el precio. Recuerdo que hace 40 años, la docena nos la compraban a 5 centavos, luego de algunos años, era a 10 centavos, a 15 centavos y así, hasta ahorita que el precio varía, dependiendo del comprador, es como nos pagan.

RMx: ¿Qué medidas de canastas son las más comerciales?

RS: Yo hago de una sola medida, que es de tres dedos de altura y de 6 hojas solamente, porque es la que más piden. Antes mi madre salía al Mercado San Luis, allá vendía de otros tamaños, yo se las hacía y ella se iba. Ahorita, ella ya es grande, tiene 78 años y ya no puede salir cargando más de 100 canastitas.

Debido a su discapacidad, Ramón se dedica al 100% a esta labor, llegando a hacer, al día, 12 canastas; cada una, con una inversión de alrededor de 20 minutos, desde lavar la hoja hasta terminarla con los detalles. “Ya cuando vienen los que nos la compran, yo tengo 3 o 4 gruesas para venderles”.

 

 

                                   Otras historias de la Canasta 

La señora Gabriela Tenorio Huerta, desde hace 40 años que aprendió de su esposo, y éste a la vez de su abuelo, como hacer canastas. Recuerda cómo acudía su esposo, en el año de 1972, a venderlas junto al Mercado Hidalgo, específicamente en la “calle de Venadito”.

“Hoy ya nadie va, porque ya no podemos trabajar, y nuestros hijos no quisieron aprenderle a esto, se han dedicado a otras cosas, a otros trabajos”.

Otra de las artesanías que se pueden lograr con estas peculiares hierbas, es la Flor de Chimal (Chimal, nombre que recibe también el sotol), y es la señora María del Rosario Sánchez, la única habitante que las hace.

La Flor de Chimal es utilizada en la vestimenta o decoración de las cruces o tumbas, en los panteones, celebración de la fe católica, que busca recodar a los familiares fallecidos. También es solicitada en el mes de Noviembre, para el festejo de Día de Muertos.

EL ARTE DE LA CANASTA RESISTE, ENTRE LA NECESIDAD Y EL PAGO INJUSTO

 

Los más de 50 artesanos de la Canasta que existen en Suspiro Picacho, se han enfrentado a un fenómeno de desvalorización de la Canasta artesanal, por lo que han tenido que ceder a recibir un pago austero por las cientos de canasta que elaboran, cada ocasión que los compradores mayoristas los visitan.

Uno de los mayores problemas que encuentran, es lo difícil que resulta la obtención del sotol y del zacate, pues solo se da en ciertas y frías regiones de El Cerro Grande. Pero, el problema mayor, es que para llegar al sitio, hay varios kilómetros que recorrer, entre una superficie difícil de avanzar que no es conveniente, para ellos. Para esto, existen quienes van hasta allá, obtienen las hierbas y se las venden por manojos de zacate y tercios de sotol, pero a costos un poco elevados, consideran.

Esto, genera un pago directo de su propio bolsillo, que sería descontado del total que reciben cuando venden a los compradores.

Don Antonio relata que estas personas, los compradores, ofrecen a cada uno de ellos la cantidad de $400 pesos por cada gruesa de canastas; es decir, $400 pesos por 144 piezas. Esto, da como precio unitario de 2.77 pesos, por cada canasta hecha. Una canasta que requirió 20 minutos de tiempo, el esfuerzo físico, la dedicación y, zacate y sotol que tuvieron que pagar previamente.

Para Don Antonio, es más fácil ir a El Cerro Grande y obtener las hierbas sin intermediarios. Cada vez que va, trae material suficiente para trabajar durante tres meses, sin embargo, no todos tienen la fuerza física para hacer lo mismo que Antonio.

Rómula Hernández Hernández, otra elaboradora de Canastas desde hace 30 años, coincide en lo inconveniente que puede resultar seguir haciendo las canastas: pagar muy caro por el material y cobrar muy barato, por el producto terminado. Por esto, ha optado por ir a venderlas, por su propia cuenta, a la ciudad, especialmente al Mercado República, porque “entregarlas aquí, es como regalárselas, no tiene chiste, prefiero pagar camión para irme a la ciudad, pero sé que le puedo sacar un poco más”.

En ese mismo sentido, Ramón recuerda que hace algunos años, era solo un comprador el que los visitaba y quien ofrecía una mayor cantidad por las gruesas de canastas. Luego, fueron llegando más y el pago fue disminuyendo, a la par.

Pero para él y para otros maestros, no hay alternativa más que venderles al precio que ofrecen, o sus canastas se quedan en la comunidad. Algunos, dejan un teléfono para comunicarse con ellos, de manera que les avisen cuando tengan la segunda carga de Canastas y que la vuelta no sea “dioquis”.

Gabriela Tenorio Huerta expresa lo injusto que es, que cada Canasta reciba un pago de menos de 3 pesos, considerando el cansancio y las complicaciones de salud que se derivan por permanecer horas sentadas y en una misma posición. Argumenta que en ocasiones, ha sido victima de dolor de manos y riñones, derivado de estar horas y horas, haciendo Canastas.

Explicó que “la gente allá afuera tampoco es justa, no nos quieren pagar las canastas a más de 15 pesos, por eso es que esta bonita actividad de hacer canastas va desapareciendo”.

Sin embargo, Ramón Sánchez ha encontrado una esperanza a la existencia de la elaboración de Canastas, y es el poder mostrar a más gente, a través de amigos y familiares, el trabajo plasmado en colores y formas, y así, generar la venta de las mismas a precios más acordes y justos.

En conjunto, coincidieron que es necesario unirse más como habitantes dedicados a este formidable quehacer, y no permitir que compradores masivos sigan pagando a precios raquíticos, llevándose su trabajo a lugares donde “presumen” ser los elaboradores y generar mayores ganancias para ellos.

Pidieron a la población potosina, acercarse a la comunidad, conocer el trabajo que realizan y si les gusta, hacerles pedidos de estas Canastas, que con gusto y rapidez, harán.

Notas del mes