Además de la pobreza, sueldos poco renumerados, -o peor aún, poca oferta laboral-, un deficiente sistema de salud pública; la inseguridad es para los potosinos el mayor obstáculo que obstruye el día a día en las calles, en la vía pública. En los últimos meses, el índice de delitos ha aumentado en cantidad y ha mostrado una variedad respecto a lugares, horarios y modus operandi. Los delincuentes ya no se limitan y se exponen de forma descarada, naciendo así los intentos de linchamiento e, incluso, la muerte por defensa propia.
Luego del anuncio del Plan Nacional de Seguridad, por parte del Gobierno Federal, encabezado por AMLO, se confirmó la llegada de 500 elementos militares y policías federales al territorio potosino, y aunque ya comenzaron labores en coordinación con los municipios, aún existe la incertidumbre de cómo se están llevando a cabo, y si en efecto, darán los resultados esperados.
Hay que reconocer que la presencia en conjunto de las distintas fuerzas policiacas en las calles, anuncia una mejor prevención del delito en sus distintas modalidades, principalmente aquellos de forma común, y ojala esa disminución sea visible tan pronto como sea posible.
La cosa aquí es la reacción de los malos, de los que delinquen, porque es claro que esta nueva medida policíaca no les agrada en lo mínimo, tanto tiempo se habían acostumbrado a vivir del patrimonio de los demás, que ahora verán imposibilitado su supervivencia, por lo que es posible que encaren o busquen nuevas alternativas de seguir en lo mismo: robando la tranquilidad y el trabajo de las personas.
Lo que si es que mientras las cosas se aclaran y comienzan a tomar forma, los potosinos debemos seguir estando alertas, ser precavidos en lugares de riesgo, salir con lo necesario y sin tanto objeto de valor, proteger nuestros hogares con toda protección necesaria, entre muchas otras medidas.
Esperaremos a que la Cuarta Transformación y su plan para proteger a los ciudadanos dé una percepción de que las cosas mejorarán, y que se esté implementando correctamente para reivindicar a los responsables de delitos, sin que se salga de las manos el asunto.